miércoles, 1 de julio de 2009

¿Quién debe pagar los libros de texto?


Domingo 28 de junio de 2009

En mi casa, y como en la mía en docenas de miles de hogares de Galicia, podemos pagar los libros de texto de nuestros hijos sin que ello nos suponga un esfuerzo agotador.
Sin embargo, si a cualquiera de las familias gallegas con capacidad para asumir ese gasto con solo prescindir de algunos pequeños lujos o caprichos se les preguntara si están a favor de que los libros escolares sean gratuitos (es decir, de que se paguen con impuestos) la respuesta sería positiva en la inmensa mayoría de los casos. ¿Por qué razón? Es sencillo: porque el egoísmo individual tiende a prevalecer sobre la solidaridad social.
Pero el hecho de que esa prevalencia sea general, e incluso explicable a la vista de la condición humana, no autoriza a convertir sus indeseables consecuencias en verdades indiscutibles de la filosofía progresista.
Seamos claros: dar 2.500 euros por nacimiento, con independencia de la renta (es decir, al margen de que el nacido se apellide Pérez o Koplowitz), rebajar 400 euros en las retenciones de todos los contribuyentes o hacer los libros de texto gratuitos, no son medidas progresistas, sino iniciativas de populismo electoral que contradicen frontalmente un principio esencial del progresismo: el de la redistribución de la renta a través de la fiscalidad.
Y si eso es así con carácter general, lo es mucho más en un país como el nuestro, en el que la injusta distribución de la recaudación fiscal (procedente de las rentas de los asalariados por cuenta ajena en su inmensa mayoría) puede convertir medidas como las apuntadas en mecanismos de redistribución fiscal inversa: formas de trasladar renta de los más humildes a los más acomodados.
La Xunta de Galicia acaba de iniciar el camino contrario: ir suprimiendo la gratuidad de los libros con carácter general para acabar subvencionando a las familias de renta más baja que no pueden comprarlos sin apoyo.
Aunque, sin duda, el umbral económico fijado legalmente para que las familias reciban las ayudas (9.000 euros per cápita) es discutible, la protesta de asociaciones, sindicatos y partidos, que exigen el mantenimiento de un privilegio (pues de eso se trata, al fin y al cabo) que el bipartito convirtió en bandera de la izquierda, hace sospechar que el cuento chino del fin de las ideologías pudiera ser algo más que un invento reaccionario.
Pues ahí lo tienen: la derecha gobernante apostando por la redistribución fiscal, frente a una izquierda política y sindical empeñada en defender que se subvencione por igual a las familias que ingresan 2.000 euros que a las que ingresan 20.000. Si eso es progresismo, que venga Marx y lo vea. Salvo, claro, que ser progresista consista hoy en hacer políticas que siempre ha hecho la derecha.

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